viernes, 24 de abril de 2020

La crisis actual, y el hombre de la «nueva modernidad».


La crisis actual, no es una crisis que devenga de un virus. El virus no ha creado una realidad, la ha desenmascarado.

Hace 30 años, en nuestro país, y bajo el “consenso de Washington”,se dieron cambios tanto en lo social como en lo económico. Las nuevas medidas anunciadas  eran de vital interés, y gozaban de total simpatía y respaldo, de los grupos de poder,  en la medida que la privatización de las principales empresas del Estado a precios irrisorios marcaba el inició una alianza inquebrantable a costos sociales muy altos.

Frente a la promesa del milagro económico, y en una sociedad fragmentada entre citadinos y migrantes de la sierra, a nadie le preocupaba las desapariciones y asesinatos de los principales dirigentes sociales, sindicales, y ambientales.

La desarticulación y criminalización de las protestas, tenían como objetivo tumbarse todo tipo de oposición a la subsecuente precarización y flexibilización laboral, y social. Éramos ciegos, no nos dábamos cuenta, y no creíamos en quienes protestaban, como no lo hacemos ahora.

Han pasado casi 30 años de esos sucesos, y las condiciones de vida que ahora rondan en forma de muerte por las calles de nuestro país ante esta pandemia, y sin que exista organización alguna que la resuelva, tienen su origen en ese escenario de profundización de la desigualdad y la pobreza, que acabamos de narrar sintetizadamente.

Este contexto, es importante tener en cuenta para explicar lo siguiente:

Hoy, contradictoriamente, ese monstruo creado en el régimen fujimorista, busca apoyarse en la solidaridad de un orden social que no existe. Y al mismo tiempo, sabe que no puede confiar en él porque es sensato al reconocer que este “cuerpo social” tiende a identificarse y adquirir conciencia, ante el confinamiento, de sus  profundas exigencias de salud, trabajo, y educación, que él mismo le arrebató.

Profunda contrariedad: Un Estado que busca sostener un orden social, y un orden social que se desgarra por dentro por elementos que pugnan por un cambio radical.

Sin embargo, es importante tener en cuenta algunos detalles de estos elementos -o ciudadanos- en su espacio geopolítico. Mientras los Estados han elevado el nivel de control, hasta el punto de exigirle a los individuos el auto-regulamiento; los individuos, conscientes de que sus problemas obedecen a una lógica global, buscan soluciones globales. Es decir, el Estado busca reprimir el cuerpo, pero el individuo busca trascender al Estado.

Siendo así, la característica principal del ciudadano que esta crisis ha formado, es totalmente opuesta a lo que la política del Estado -Nación condicionaba. El ciudadano de esta era aspira a una solidaridad global, al ius cosmopoliticum del que nos hablaba KANT.

Esta nueva naturaleza del ciudadano post covid, no solo ha perdido temor al Leviatan, sino que además cuestiona al otro nuevo monstruo que regula su existencia: El mercado.

En que circunstancia se logró esa pérdida de temor: Sinteticemos esto en las acciones de sus dos elementos:
1)   El Estado: En su afán de preservar el orden económico, no ha escatimado en hacer algunas concesiones bajo la aprobación de los grupos de poder y la banca; y de esta manera, poder controlar el descontento de más de las ¾ partes de la población; y por otro lado...

2)   El ciudadano: quien hasta hace poco aceptaba la tesis del recorte presupuestal bajo la retórica principal de: “no hay plata”;  se ha percatado que ha estado viviendo en la miseria y la opresión para sostener a un grupo privilegiado de personas que durante 30 años le ha venido mintiendo, recortando sus derechos y su calidad de vida, para favorecer a las grandes empresas que viven de las “compras” estatales,  con el sello de “confidencial”. 

Los mercados se han puesto nerviosos ante esta revelación, y han cedido su poder a quien le puede garantizar el control con el uso de la fuerza (institución que también se ha logrado con el recorte del gasto en Educación, Salud, y Trabajo de la población). 

El Estado después de todo tiene aún dinero acumulado de estas restricciones a la inversión social, y de prestamos que puede obtener y que también recaerán sobre los individuos en un futuro inmediato, así como experiencia acumulada en el manejo de esta crisis, y su represión de ser necesarias.

Sin embargo, como lo decíamos en un inicio, no es solo una cuestión viral lo que nos asecha, también tenemos las amenazas de la crisis alimentaria, energética, hídrica, ecológica, etc., y estas crisis no se solucionarán con una solidaridad consistente en apartarse del otro y confinarse en los domicilios.

¿Algo bueno tiene todo lo dicho hasta aquí? ¿Sirve de algo este análisis superficial del aprendizaje e identidad del ciudadano en esta época de crisis?

Pues, las crisis siempre generan aprendizajes que en tiempos normales durarían años, es como si la historia se adelanta cien años ante nuestros ojos. Y lo que esta crisis nos esta enseñando, es que ante crisis globales necesitamos gobiernos eficientes con una visión ética y global, de gestión.

El pensar es el único instrumento que no se puede obligar a autoregularse o confinarse como el cuerpo mismo. El pensar aún tiene libertad; y por ello, debe ser clandestinamente utilizado para construir aquel tejido social desmembrado, pero urge hacerlo ya, y en estas nuevas condiciones que ya son irreversibles. 

El dilema de esta nueva “normalidad”, es construir donde nos han obligado a disrumpir. Urgen medidas radicales para salvar ya no solo nuestro entorno, sino nuestra sobrevivencia misma.

Para esta sobrevivencia, el manejo de los recursos económicos orientados a equilibrar la vida de los ciudadanos en forma universal, destinando miles de millones para ello, no tiene ni puede ser visto como un acto de desprendimiento excepcional en este periodo de crisis. 

Es un imperativo KANTegórico, por tanto, hacer respetar el primer artículo de nuestra constitución política: « La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado».

Esto solo será logrado, sino olvidamos lo que hemos aprendido en este periodo de crisis que nos ha adelantado la historia ante nuestros ojos, y exigimos una EDUCACIÓN PÚBLICA, DE CALIDAD, Y GRATUITA; SALUD UNIVERSAL, Y DERECHO A UN TRABAJO QUE NOS PERMITA UNA VIDA DIGNA QUE NO NOS OBLIGUE NUEVAMENTE A DESAFIAR A LA MUERTE POR UN TROZO DE PAN EN LA CALLE.

Finalmente diremos, como aprendizajes principales que:
1)   El Estado tiene nuestro dinero,
2)   Hay que exigirle que lo administre bien,
3)   No más gasto en tanques ni aviones, pero sobre todo...
4)   Hay que recordar que hay un 75% de ciudadanos que esta esperando apoyo; y que no podemos ignorarlos cuando este aislamiento termine, salgan a las calles, y sean reprimidos nuevamente como se describió  al inicio de este relato,  hace ya 30 años.


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