sábado, 12 de diciembre de 2015

LOS FRENTES PROGRESISTAS, DESAFÍOS Y RETOS PARA LAS ELECCIONES DEL 2016


La ONPE ha establecido un periodo alianzas que vence el día de hoy, pero hasta el momento tanto en la derecha como en El Frente Amplio (FA) que viene a ser  el  representante de los partidos demócratas modernos,  aún no se  han realizado  inscripción alguna ante este órgano electoral. Pero entre ambos bandos existe una gran diferencia, a los primeros no les interesa unirse porque no lo necesitan: tienen candidatos millonarios, con presencia mediática, contratan asesores de campaña internacionales, compran votos  y todo lo que se oferta en el mercado electoral;  mientras que los segundos,  su única e histórica opción,  es desdibujar las diferencias morales que se han creado entre ellos. Para tal objetivo, han realizado algunos pocos intentos como: “mesas por la unidad”, reuniones de “acercamiento”, y hasta la tan mencionada “elecciones ciudadanas”; lamentablemente, tal hito en las prácticas democráticas, lejos de cohesionarlos les  ha ocasionado fisuras como consecuencia de denuncias de fraude.

En el otro bloque de los nuevos frentes democráticos “modernos”: Unidad Democrática (UD), ha sucedido lo mismo, sus integrantes, al mismo estilo de una descorazonada película del viejo oeste, comenzaron a dispararse acusaciones de fraude  mutuamente. La consecuencia: una irreconciliable ruptura.

En este escenario, las expectativas  se han convertido en incertidumbres para los simpatizantes del F.A., pues más allá del inflado optimismo y la injustificada vanidad caudillesca de su cúpula debido a su  segura posición como cabeza de ratón, la verdad  es que pese a ser el único espacio electoral de los “otros”, no van a poder suplir el vacío que deja la división de U.D.,  cuya  naturaleza  es totalmente distinta.

A esto, hay que sumarle las circunstancias de la política  electoral internacional, con un bloque de gobernantes de la “izquierda moderna” que se va debilitando  y  dando a paso a los representantes más rancios de la economía  neoliberal; y sumarle también los anuncios de la llegada de los efectos de la crisis económica a este lado del mundo disfrazado como simples bajas de las tasas de crecimiento de la economía nacional. Indicadores estos, de que el gran capital industrial y financiero necesitan de un régimen duro que pueda sostener sus pérdidas sobre los hombros de los ciudadanos de este lado del continente.


Graficada de esta manera los factores internos y externos de este periodo electoral, la única posibilidad que tienen los frentes “modernos o progresistas” para poder calar en el descontento nacional , es asumir una posición clara y convincente en la  vieja díada de izquierda y derecha, pero  creando fronteras entre ellas que no permita conciliaciones de ningún tipo  dado a que las circunstancias lo ameritan;  sin embargo,  esta no es la naturaleza de un Frente cuya plataforma de unidad va desde el centro hasta lo “reciclado” a boca de ellos mismos, amplitud que  dificulta  que su fraseología de reivindicaciones mediáticas y complacientes a esa variedad,  puedan significar un golpe real al sistema económico mismo. Lo rescatable después de todo es que lejos de toda posibilidad han sabido en poco tiempo ubicarse en la gran batalla de titanes, obteniendo  como trofeo,   el haber logrado autodenominarse “izquierda moderna o progresista”, merito que a pesar de las heridas que le dejará esta primera batalla,  les permitirá seguir mirando con optimismo el horizonte al  2021.